Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


domingo, 28 de febrero de 2010

Sombras

Instalado en la soledad de la oscura noche, mientras todo aparenta dormitar, levanto mi rostro al encuentro con mi ego. Pasiones, amores, odios y deseos camuflados por miedo a la palabra desnuda nacida en lo más inextricable de las entrañas, es así como nacen esos mundos etéreos, hoy tal vez un claro de luna, mañana una canción, un acantilado, un jardín poético, constelaciones imaginarias ó estrellas errantes y efímeras, quizá soles lejanos que duran una sola noche, mundos que dibujo al ritmo mecánico de un teclado en el vano intento de la liberación del ánimo encadenado.
Buscando, la más de las veces, consuelo y amparo en las palabras amigas de quién vivió y sintió escarbando sin miramientos de conciencia y desnudo ante su propio yo, palabras que reverberan cansinas a modo de letanías en mis oídos, palabras que no cesan de susurrarme que el soñar se convierte en pesadilla cuando pongo vallas a los cielos.
Llega la mañana y en la mente todavía resonando a modo de eco lejano el zumbido de alarma nocturno, el mismo que machaca mis sentidos, el mismo que no cesa de recordarme aquello de pobre del poeta que mantiene sus pies en la tierra.
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