Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


miércoles, 1 de junio de 2011

Un día de perros

La calle desierta y el cielo se confundían en un gris opaco, en el paisaje sórdido la nota colorida la ofrecía un semáforo tendido entre dos destartaladas casonas a modo de bandera tricolor, los imbornales emitían al aire el desagradable olor presagio de la tormenta mientras el viento ululaba entre los carteles raídos de la última campaña electoral, haciendo volar arremolinados los plásticos y papeles de las sucias aceras.

Se escuchó el trueno que hendió en dos los cielos en un relámpago que se asemejaba a mil ramas de un árbol de fuego, no tardó en descargar a modo de gruesos goterones la lluvia furiosa que comenzó a impregnarlo todo.

Al fondo de la calle una figura sombría deambulaba de un lado a otro de la calle sin guarecerse de lo que estaba cayendo, ya nada le importaba, era un perro enjuto de corto pelaje y orejas caídas, de cierta edad, vagabundeaba triste, solo y abandonado. Él, que había sido la mano derecha y orgullo de su amo, listo como el hambre, fiel, obediente, juguetón cuando la ocasión lo requería con los niños.

En un momento todo se fue al traste, lo inevitable ocurrió, sin poder escapar a la atenta mirada de su dueño, ese día tropezó dos veces en la misma piedra, sólo le dio tiempo a escuchar: “Matilde, que el perro se nos ha humanizado”. Los desagradables recuerdos de lo que sucedió después se le amontonaban, pero quedaba claro que había trasgredido la fina línea entre la bestialidad y la inteligencia, todo tiene un precio.

A modo de moraleja:

Si quieres que la vida te sonría no cambies de rol si vas de tonto.




Texto y Foto by Johnny

4 comentarios:

  1. !Hombre...! Al final has estado gracioso...Pobre huma-nimal!!
    Un beso,

    ResponderEliminar
  2. Me recuerda a Cela en la familia de Pascual Duarte, quiero recordar que mató a su perro porque lo miró de una manera extraña, casi humana. No estoy de acuerdo con la moraleja por que si vas de tonta serás tonta toda tu existencia no te parece?
    Saludos Johnny

    ResponderEliminar
  3. Que curioso! No me lo esperaba
    Por cierto soy Perfida
    Un saludo coleguita

    ResponderEliminar

anda ponme argo aquí