Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


lunes, 26 de junio de 2017

Seis días y medio

               Mejora la noche después del intenso calor del día; aprovecho para regar las plantas exhaustas y lánguidas; las buganvillas no ofrecen sus flores rosa fucsia, desagradecidas, con el cariño que las trato… Desde la azotea la caída de la tarde, aunque el horizonte sea siempre el mismo, es monótona y el sol del ocaso se sumerge entre tonalidades grises, ya no sé si por la polución o un frente lejano que se aproxima, con lo que me gustan las tonalidades anaranjadas bañando  y tiñendo las aborregadas nubes blancas… El jazmín no tiene sus flores blancas y la dama de noche ha decidido prestarme su perfume en otra ocasión. La fuente tipo zen, con noria de bambú que construí ha dejado de funcionar, la bomba de agua se alimenta de energía solar y obviamente ya no hay sol. Arde Doñana; Neptuno sigue tragándose a cientos los angelitos negros de Machín; mientras los poderosos cuadran sus balances de pérdidas y ganancias ¿quién llora por Siria, Irak o Afganistán? Los claveles rojos han cumplido, como siempre, incluso dentro de los cañones de los fusiles. Los rosales siguen encapullados, no sé a la espera de qué. Mi perro, a ladridos que yo solo entiendo, me inquiere muy seriamente:

-      -  Johnny ¿no estarás pensando que el mundo es una mierda?
Y yo le contesto a ladridos desde mi desesperación interior,

    -  No Ringo, no, es que odio los domingos por la tarde.


Texto y Foto by Johnny

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