Primero fue un sonido casi imperceptible, demasiado lejano para ser creíble, sin embargo los vellos se me pusieron de punta quizás un presentimiento, una intuición, como el perro que pone tiesas sus orejas antes de que nadie haya escuchado nada.
Continuaba trabajando como si nada sucediese aunque instintivamente puse el reproductor de música, sin embargo el sonido cada vez fue haciéndose más nítido y agudo aunque no estridente, un sonido arcaico, primitivo que reverberaba en cada una de mis células. Me transportaba inexplicablemente a otros tiempos no vividos, antiguas imágenes de calles vacías y soledad, a sentimientos poblados de traiciones, odios, fobias, celos, sangre y muerte.
Un sonido inarmónico al que mis oídos se niegan a acostumbrar, eco del averno y supersticioso.
Dicen que suena como el canto de la sirena y conforme más agudo es mayor es la calamidad que vaticina. Si el afilador se para en tu puerta muerte segura, pero conjurados a mi favor todos los ángeles, arcángeles y todo ente benevolente y celestial…, hoy… hoy pasó de largo por la mía.