Tras mucho meditar San José Obrero todavía no había llegado
a una conclusión, andaba allá por las periferias del paraíso en soledad
celestial esperando el día de la resurrección de las almas en el juicio universal
al final de los tiempos, tenía una “duda razonable”, veamos, no se podía presentar así tal cual,
necesitaba una tarjeta de presentación para que su alma resucitara entre los
justos y poderosos, ¿ dónde iría a parar si se le relacionaba como a un “currito” más? Un santo siempre perdona
pero se sentía maltratado por la historia, San José… Obrero… ¿en qué estaba pensando la Ecclesia cuando le
puso el mote? ¿Acaso no se daban cuenta de que pasaría la eternidad haciendo muebles de pino gallego?
Odiaba lijar!!! Bueno un santo no odia… digamos que le disgustaba…
Así que sin más diseñó una tarjeta de visita, sencilla eso
sí, que por lo menos recogiese sus títulos como preceptor de Nuestro Padre
Jesús Bendito, el fue el que le limpió
la caquita desde pequeño, eso no viene escrito en los Evangelios, ni el pastón que le costó
viajar a Egipto para que no se lo
pelaran, porque Dios en su magnificencia solo dijo “ahí queda eso” , además
explica tu lo de la Inmaculada Concepción de la Virgen a los vecinos…
En fin, su duda razonable era la siguiente, tenía dos títulos
que ponerse y no sabía cual utilizar,
San JoséPadre del Señor, Obrero Especializado (carpintero)
ó
San José
Pater Putatibus
Peroooo ¿cuál, cuál, cuál?
A eso que pasaban por allí los Reyes Católicos y viéndole tan ofuscado con el dilema, le dijeron “oye Jóse, pon los dos, mira nosotros después de pelearnos casi a diario...tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
A San José, que después de tanta cerrazón, le pareció la idea de p.m. (puro milagro), no tardando en adoptar “sus” dos titulaciones oficiales.
No se hablaba de otra cosa en los mentideros celestiales que
no fuese de la tarjetita que tan amablemente les había dado a cada uno de ellos
San José, la mayoría pensaba que acabaría acusado de tráfico de influencias o malversación
de fondos celestiales por la confección de tanta tarjeta, o vaya usted a saber. Lo cierto es que todos pensaban que acabaría muy mal, que ellos no tenían nada que ver en el asunto, salvo que ahora tendrían que hacer más milagros para llegar a final de mes hasta que no estuvieran pagadas las tarjetas, así que lo encomendaron al Tribunal Supremo, que ya ellos se encargarían el día del Juicio.
Mientras, un tanto cabizbajo, Nuestro Padre Jesús Bendito sólo repetía incansablemente entre dientes…¡Dios
Mío que cruz!
Texto by Johnny, imagen tomada de Internet