Al fin y al cabo el presente sólo es la suma de nuestras
experiencias vividas y soñadas. El futuro es vacuo, menos previsible e incierto
que una predicción meteorológica, siendo una paradoja el que se encuentre lleno
de sueños, metas y expectativas que con el transcurrir de los años se van
haciendo, sino inexistentes al menos más pequeños.
Y en un aprendizaje perpetuo uno genera su propia
personalidad, valorando como intrínseco todo aquello que ha vivido y sentido conformando
su “yo”. Pero un día cualquiera te da por pensar, llegas a darte cuenta de que
no hay nada original en ti, que somos la suma de millones de personalidades, que
tal vez aprendiste a visualizar de esa forma tan personal los desiertos de arena
y piel porque alguien te enseñó a verlos desde el color de su cristal, que
cuando escuchas esa música, tan íntima que la haces tuya, alguien la compuso e
incluso otro alguien te la entregó. Ni tan siquiera el Amor se escapa, aunque
cada uno lo viva a su forma, éste va implícito en la genética animal que ¿ no
es acaso una forma de perpetuar lo que es bueno para esa cantidad de individuos
que llamamos especie? Y así es por donde quieras tirar.
Y , sin padecer de personalidad múltiple, que conste, voy descubriendo
cada día en mi “yo” que soy parte de muchos, a los que tanto tengo que agradecer
y aborrecer.
Así pues, a los que me leáis, no penséis que soy yo el que
escribo, nada hay en mi original, sabe Dios de donde me salen estas palabras
que siento mías, aunque a estas alturas no creo que pueda deshacerme del cálido
abrazo de la criptomnesia.