Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


martes, 18 de septiembre de 2012

Sugestión


Corría por áridos caminos empedrados, desnudo, descalzo, huía, si, huía, con un miedo esperpéntico sin querer mirar atrás. En otras ocasiones cuando escapaba del peligro mis pasos eran lentos o el terreno cenagoso impedía mi avance, en esta ocasión era veloz como el leopardo, ágil como el gato en el tejado, notaba la levedad en todo mi ser. El terror que se hallaba justo a mis espaldas, se manifestaba de forma sonora a través de potentes estampidos, secos, que hacía que mis oídos reverberaran. Corría y corría hacia ninguna parte, huyendo, si, huyendo, de un mundo que se había vuelto loco, era la hecatombe, tercera edad a Marte el belicoso parodiando a Nostradamus, la entrada en la era del carbunclo... y una mano me alcanza en el hombro, me lo golpea insistentemente, no quiero girarme, no, temo lo peor... giro la cabeza y en ese instante observo un ser de luz, un ángel milagroso, mis miedos se disipan...

Papá, no duermas más que te estás perdiendo los fuegos artificiales...


Texto y Foto by Johnny


martes, 4 de septiembre de 2012

Pulsar

Se tumbó en la hamaca del jardín antes de ir a acostarse, una calurosa noche de luna nueva que le permitía ver el firmamento nítido sin esa pátina luminiscente y plateada. Allí estaba la Vía Láctea inconmensurable, la brillante y majestuosa Sirio, el omnipresente Carro, las agrupadas Pléyades, sólo le faltaba contemplar Orión, su constelación favorita, donde mora Osiris, pero todavía quedaban un par de meses para que se produjera su orto en el horizonte. La observación del Cosmos le llevaba a momentos de catarsis y relajación, dejaba de ser empírico al sumirse en lo desconocido.

Miraba las estrellas y pensaba en que la Ciencia nos ha mostrado el torbellino de sucesos que ocurren en el Universo, sin embargo en apariencia todo es inamovible, sujeto a la esclavitud de los ritmos cíclicos de la Naturaleza, lo imprevisible se muestra al cabo de los milenios, demasiado tiempo para la vida de un hombre, todo es, ha sido y será un ciclo de principios y finales en un Universo eterno y predecible.

Sintió cierta desazón al reflexionar sobre ello, se asfixiaba al pensar en la existencia como un muelle, se asciende de nivel pasando siempre por un principio y un final, nunca se rompería esa espiral maldita hacia ninguna parte.

Se levantó para acostarse, bastante dubitativo entre lo que estaba pasándole por la mente y lo que el mundo de los sentimientos le ofrecía, en ese instante, a sus espaldas, una estrella fugaz recorrió fulgurante el oscuro horizonte como si fuese un guiño del Universo, hacía muchos años que no veía ninguna, quizás si hubiera tenido ocasión de verla hubiese pedido un deseo, algo que no tiene sustancia, incoloro, inodoro, invisible, pero al fin y al cabo la materia prima de la que está compuesto el Todo, la cizalla del círculo.



   Ojo de Horus
   Texto y Foto by Johnny