Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


sábado, 19 de marzo de 2011

La mujer del chubasquero rojo

Desde hace muchos años a la entrada de Sevilla, cerca de un gran centro comercial,hay uno de esos semáforos de los que llamamos por aquí “jartibles”, parece que nunca vaya a ver uno ese momento de ponerse en verde. En la medianera entre carriles se recorta una pequeña figura, es una mujer mayor, gordita, con gafas, hoy que llueve pertrechada con un gorro de lona y un chubasquero rojo. Son muchos años ya de parada obligatoria en sus dominios, es una profesional de la venta de pañuelitos de papel a los conductores del carril izquierdo de la autovía. Entre sus manos siempre lleva varios paquetitos que amablemente te ofrece con una sonrisa que a mi se me torna sincera y que aunque no le compres no varía.

Nunca tiene un mal gesto. Ofrece su socorrida mercancía sin presionar a los impacientes conductores. Es educada. No es de nacionalidad española pero tampoco sabría decir de dónde, nuestra relación solamente se traduce a un “muchas gracias” por su parte y un “no hay de qué” mío por respuesta. Observo que la mayoría de los conductores hacemos lo mismo, le damos algo de dinero y no recogemos la mercancía, supongo que es debido a que los coches sevillanos son los que más pañuelitos de papel atesoran por metro cuadrado del mundo mundial, de todas formas pienso que esta mujer saca de nosotros ese instinto madre-hijo/a, un sentimiento familiar que te deja una sonrisa bobalicona.



El semáforo se pone en verde, hemos de proseguir nuestro camino, a unos doscientos metros de pronto el apocalipsis, la conjunción de todos los elementos, las retroexcavadoras trabajan incansablemente cambiando el orden de las cosas y por ende del Universo: están construyendo una rotonda.


Sé que la echaré de menos.

4 comentarios:

  1. Amigo, con tu texto, a la vista simple y cotidiano, me has hecho viajar a tu sitio y conocer a esa señora que forma parte de tu paisaje.
    Buena música, por cierto.
    Un abrazo.
    Humberto.

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  2. Todo cambia, nada permanece, solemos habituarnos a personas, objetos, situaciones que nos pasan tan desapercibidas que cuando nos faltan nos damos cuenta que significan para nosotros. Saludos.
    AA

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  3. Jooo
    Casi la echo de menos yo y no la conozco!!!
    Todo por tu post....
    Por cierto soy Perfida
    Un saludo coleguita

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