Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


domingo, 3 de junio de 2012

Sin titulo

Hacía mucho que no le veía, se había jubilado hará unos cinco años, me sorprendió cuando entraba a desayunar en el bar de Manolo, había perdido mucho peso pero su aspecto había mejorado considerablemente, me comentó que andaba todos los días no menos de diez kilómetros y que se encontraba muy ágil, amablemente aceptó la invitación a café que le ofrecí. José Manuel había sido cliente mío durante muchos años, había tenido una empresa de transporte internacional de mercancías por carretera junto con sus hermanos, pero su vida había transcurrido en lo alto de un camión hasta que se jubiló. Es de ese tipo de personas que transmiten seguridad cuando hablas con ellas, de voz potente y charla pausada. Después de las salutaciones pertinentes, no sin un cierto atisbo de orgullo en sus ojos grises, me dijo que si no me había enterado de que acababa de publicar un libro, le dije que era una sorpresa para mi pues no sabía que tuviese esa vocación por el correoso mundo de las letras, sin más demora abrió una carpeta que llevaba de piel negra con cremallera y de su interior sacó un pequeño libro de color verde aceituna en el que sobre todo destacaba en su portada una fotografía antigua en blanco y negro en la que se podía ver a él, a sus padres y a sus hermanos. Me contó que su determinación para escribir le había venido en esos momentos de espera que suelen tener los camioneros entre carga y descarga, aprovechaba para ir apuntando en folios las anécdotas que le habían sucedido a lo largo de su vida, sin pretensiones, simplemente como un atajo de la memoria para recordar tiempos pasados. Ya jubilado y como forma de matar el tiempo fue poco a poco ordenando sus escritos hasta que llegó a la conclusión de que podía hacer una edición limitada para la familia -de hecho el libro es una narración familiar- pero la editora le convenció para publicar un mayor número de ejemplares pues el material tenía un alto contenido didáctico para las nuevas generaciones. Le compré un ejemplar que me trajo al despacho el lunes siguiente, el que me había enseñado ya lo tenía comprometido, además le pedí que me lo dedicara.
 Es el libro de una vida, de una más entre las miles de vidas anónimas, a la que afortunadamente he podido poner voz, sin florituras, en el que la única estructura se orquesta en torno al transcurrir de los años y las personas que no de los personajes, en la dureza de los años de postguerra , en sobrevivir a toda costa. 


Una vez leído me queda esa sensación para nada desconocida -creo que para vosotros tampoco- de que al fin y al cabo la verdadera existencia se vive a pinceladas, el resto es mera supervivencia. No creo en la felicidad pero si en esos momentos de realidad mágica, momentos de comunión con el Universo verdadero, la esencia del Todo.
 Me alegro de que este libro haya llegado precisamente en estos momentos, en que para mi se hacía evidente la máxima de “primero vivir, después filosofar”, al fin y al cabo es una refutación de la misma. Todos tenemos un libro por escribir, el de nuestra vida, pero hay que tener ese coraje de hacerlo público sin miedo a ser señalado con el dedo, aprenderíamos sin duda alguna mucho los unos de los otros. 


 Yo tan siquiera he tenido la valentía de decirle: José Manuel, tengo un blog.


Ringo 
Texto y Foto by Johnny

3 comentarios:

  1. La vida da muvhas vueltas yt sorpresas Johnny, a veces alentadoras y motivadoras. Pienso como tú,creo en la realidad de esos momentos mágicos que quisiera retener...pero es imposible.
    Besos,

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  2. Es difícil para mí recordar todos esos momentos precisos y preciosos de mi vida. Los he tenido, mucho más antes que ahora, de todas formas sigo aquí, labrando un incierto camino...

    Buen post!
    UN abrazo.

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  3. Concuerdo en algunas cosas. Especialmente, en que no existe la felicidad sino las felicidades. Aunque creo que eso sólo llegas a entenderlo con el tiempo. Y es entonces cuando una parte de la frustración desaparece, y todo se vuelve más sencillo e incluso más enriquecedor y satisfactorio. Besos.

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