La tarde fresca de otoño invitaba a tomar
un café solo, el atardecer tocaba a su fin con un sol que menudeaba demasiado
pronto después del cambio de horario. Entré en la cafetería de la calle Nueva,
se encontraba vacía, normalmente suelo tomar el café de pié en la barra, pero
debido la abstracción en la que mi mente se hallaba, me senté en una silla
junto al gran ventanal que la fachada, la camarera, muy solícita ella, no tardó
en servirme el café que había pedido. Contemplaba el devenir de los viandantes
y como poquito a poco se iban iluminando los escaparates de las tiendas
situadas en el acerado de enfrente.
Pensaba en la vida en general, en las
actitudes que adoptamos frente a ella, en que a pesar de los muchos roles de los que
nos revestimos para afrontarla… finalmente llegué a la conclusión de que todos
tenemos una impronta que es la que nos define. ¿Cuál sería la mía? Me reía para
mi mismo pensando en una estadística llena de histogramas con cálculos porcentuales
de mis conocidos, el 15 % dice que es… el 40% dice que tal… y el 45% no sabe/no
contesta, y una coletilla diciendo que uno había dicho que “es más raro que un
perro verde” , lógicamente sé nombre y apellidos de ese “huno”.
En estas empanadas mentales me hallaba
cuando por las puertas entró “el canario”, un chaval discapacitado mental muy
conocido por estas latitudes, alto, muy delgado y con una barba de siete días
que no sé cómo se las apaña para tenerla siempre igual. Habitualmente suele
acosarte para sacar dinerillo para comprar tabaco o una litrona de cerveza,
pero este día he de reconocer que me sorprendió: “¿me das dinero para un café?”, le miré y le dije: “ siempre y cuando sea
para un café ¿eh canario?”, a lo que me contestó balbuceante “po..po..po mis
muertos que es pa café”, miré de soslayo a la camarera que por respuesta se
encogió de hombros, así que le di un euro, no por caridad como se pueda pensar,
si no más bien por solidaridad, yo en su situación por café o por tabaco
hubiera sido hasta más persuasivo.
De pronto se me vino encima toda la
impronta de lo que realmente soy, el canario en cuanto trincó el euro hizo
ademán de ir a la barra pero en un giro inesperado salió por las puertas que se
las pelaba... dejándome a solas con mi impronta quijotesca y valedora de causas
perdidas.
Texto y Foto by Johnny
Y que no pierdas nunca el vicio, "primo". Nos vemos por ahí, asediando molinos. Besos.
ResponderEliminarY tanto...será por molinos???se reproducen como las setas en otoño.Besos Salomé.
EliminarQué es mas satisfactorio, ayudar con un euro que sabes no servirá para nada, o pasar de ayudar. para mí, es un eterno dilema. Al final doy ese dinero pensando que la vida da muchas vueltas y tal vez un día quien acabe pidiendo, seré yo...
ResponderEliminarSaludos.
Por eso mismo digo que el euro que le di no era caridad si no solidaridad, viciosa eso si, jajaja. Si de vez en cuando nos pusiésemos en la piel de los demás...otro gallo cantaría. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarY para que luego digan de los catalanes, generoso que es el niño...
ResponderEliminarPetonet sin negociaciones!!
Marta que la gente suele dar un euro sin más, yo le di un euro elevado al cuadrado ¿te parece poco???. Innegociables son mis besos para ti elevados al infinito... pero eso...eso...eso ya lo sabes.
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