Mejora
la noche después del intenso calor del día; aprovecho para regar las plantas
exhaustas y lánguidas; las buganvillas no ofrecen sus flores rosa fucsia, desagradecidas,
con el cariño que las trato… Desde la azotea la caída de la tarde, aunque el
horizonte sea siempre el mismo, es monótona y el sol del ocaso se sumerge entre
tonalidades grises, ya no sé si por la polución o un frente lejano que se
aproxima, con lo que me gustan las tonalidades anaranjadas bañando y tiñendo las aborregadas nubes blancas… El
jazmín no tiene sus flores blancas y la dama de noche ha decidido prestarme su
perfume en otra ocasión. La fuente tipo zen, con noria de bambú que construí ha
dejado de funcionar, la bomba de agua se alimenta de energía solar y obviamente
ya no hay sol. Arde Doñana; Neptuno sigue tragándose a cientos los angelitos
negros de Machín; mientras los poderosos cuadran sus balances de pérdidas y
ganancias ¿quién llora por Siria, Irak o Afganistán? Los claveles rojos han
cumplido, como siempre, incluso dentro de los cañones de los fusiles. Los
rosales siguen encapullados, no sé a la espera de qué. Mi perro, a ladridos que
yo solo entiendo, me inquiere muy seriamente:
- - Johnny ¿no estarás pensando que el mundo es una
mierda?
Y yo le contesto a ladridos desde mi desesperación interior,
- No Ringo, no, es que odio los domingos por la tarde.
Texto y Foto by Johnny
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