Parto de la base de que no me gustan las definiciones
genéricas sobre las personas, los sentimientos o las debilidades aunque, siendo
mortal como soy, haya pecado a veces con algunas que otras generalidades. Las
mujeres son…, los hombres son…, el amor es…, los políticos son todos unos…, pienso que
estas definiciones anulan la individualidad. Es cierto que compartimos, como
especie que somos, un patrón vivencial lleno de códigos éticos y morales que
hacen que “generalmente” tengamos comportamientos comunes ante determinados
hechos y circunstancias; la genialidad, en cualquier ámbito, y sin generalizar (vaya) podría consistir en
sacar los pies del tiesto de esta arquitectura que encorseta o constriñe a la
verdadera voluntad del individuo en si mismo.
A veces intento ver el mundo que me rodea como si fuera un
recién nacido, con la mente en blanco, sin clichés, y creedme que cuesta, el
cerebro tiende a tomar el camino más cómodo y se vuelve cartesiano, la
conjunción x,y= exacto, y en base a esto pre-enjuiciamos. Al final siempre
acabo zambulléndome en ese otro mundo llamado Arte, en cualquiera de sus
manifestaciones; por ejemplo al pintar no doy por hecho que una hoja es verde,
sino una mezcla de azul y amarillo, acabas aprendiendo los matices y tonos casi
infinitos, el resultado es mi creación como individuo a través de la
percepción. Con la música me pasa algo parecido, he aprendido a diferenciar los
sonidos que hacen un todo llamado canción. A la poesía le desmenuzo los versos para encontrar el yo del
autor que a veces encuentras en un par de renglones, aun siendo más de prosa
poética que pienso encorseta menos los sentimientos.
Así pues me he vuelto un conjurado de la generalidad y la
globalización, pienso en un todo infinito de matices, siendo mi lucha interna la
de seguir manteniendo viva esa llama de
verme sorprendido una y otra vez gracias a las transgresiones de esa
generalidad, que yo lo haga… eso es otra historia.
Texto y foto by Johnny
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