Ven tras la Puertas del Edén,
Un día llamé y no había nadie,
Solos tú y yo ,
Solos tú y yo.
Dejemos atrás el cielo ceniciento,
La tierra ennegrecida,
El mar sanguinolento,
Donde solo brota el odio.
Dame tu mano,
Crucemos las puertas
Las Puertas del Edén,
El viento es cálido,
El agua fresca,
Desnudos tú y yo,
Tras las Puertas del Edén.
Desde la noche de los tiempos
En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.
Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.
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