Son pasajeras, entran un día en tu vida, trastocando todos los conceptos por los que te riges, enalteciendo tu espíritu, te hacen sentir muy especial y feliz, eres productivo en el mundo de los sueños, mago de lo sutil, de lo etéreo, sublime en las ideas, irracional en el pensamiento. Y, es curioso, aparte de que ellas te hacen saber vehementemente que todo tiene un final, uno percibe cuando están prestas a irse, como pasajeras que son, por el frío, sí el frío, poco a poco todo empieza a volverse frío, cada día o cada momento un poquito más. En este estado, uno empieza a sentirse cada vez más espeso, cristalizándose en hielo, se van congelando lentamente los sueños, la felicidad, la magia. Uno vuelve al ritmo de lo cotidiano como refugio seguro de ese frío, y uno se pone a hibernar, con la certeza de que llegará otro día, más tarde o más temprano, en que otro rayo de sol pondrá a calentar lo ahora congelado.

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