Desde la noche de los tiempos



En el antiguo Egipto se desarrolló un sistema de medición del tiempo para los periodos nocturnos, en ese momento en el que el reloj de sol perdía su utilidad al ocultarse éste en el horizonte. Consistía, en su forma más básica, en una vasija o recipiente con varias marcas en sus paredes y un orificio en su base, se llenaba de agua y dependiendo del diámetro del orificio el agua salía con mayor o menor fluidez, conforme iba vaciándose a lo largo de la noche iba dejando al descubierto las marcas, estableciendo así los tiempos nocturnos. Había nacido La Clepsidra, palabra que proviene de la griega klepsydra, klepto (robo) hydro (agua), el ladrón de agua.

Las palabras son como gotas de esa clepsidra que miden el tiempo en pasado, presente y futuro, tengo mi recipiente lleno de esas palabras que esperan fluir lentamente como una gota de tiempo en el océano para finalmente convertirme en un ladrón de tiempo, tu tiempo.


domingo, 14 de marzo de 2010

Gaviotas

Era media tarde de un sábado de septiembre cualquiera, tenía ante mí una decena de kilómetros de una virgen, al menos eso decían las malas lenguas, y solitaria playa, hacía fresco aunque un sol radiante brillaba en el horizonte, encontré el significado de por qué a estas costas se le denominan Costa de la Luz. Dejé a la familia tomando el sol mientras yo me dedicaba a andar por la orilla lanzando patadas a las olas y chapoteando sobre ellas, nunca había visto tantas conchas y caracolas juntas, cogía una, la soltaba por otra, llegué a llenar tanto los bolsillos del bañador que este se me caía, no sé por qué esta obsesión que tenemos los humanos de tomar todo lo que nos rodea como si nos perteneciera, desde luego debe ser algo más profundo que tomar un recuerdo o souvenir.

Las gaviotas aparecían apostadas en la orilla oteando el mar y levantado el vuelo en cuanto me aproximaba a ellas. Recordé unas frases de Paulo Coelho en las que decía que si proyectas un haz de amor desde tu pecho al del ave en cuestión esta no vuela, es más, deja que uno se acerque e incluso puede ser que te deje acariciarla, créeme, de veras que lo intenté, pero ese día debía de tener las espiritualidad en los talones, las gaviotas pasaban de mí y del cándido Coelho. Distinguiéndose de las demás vi una de ellas, enorme y blanca como la nieve que se alzó en vuelo sobre mí, describiendo círculos ascendentes, no lo puedo remediar, siempre se me viene algún recuerdo de lo que leo, esta vez le tocó al Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.

Esta gaviota era elegante, volaba más alta que ninguna, haciendo translúcido el plumaje de sus alas al sol, le daba una luminosidad que destacaba sobre el intenso azul del cielo, estaba tan absorto en ella que no vi otra más pequeña también blanca pero con manchas oscuras que intentaba seguir su estela, pero no podía, iba por debajo emitiendo graznidos que a mi entender eran de frustración, y pensé... la primera es una hermosa gaviota tan libre que puede alzarse sobre las demás, está ahí, parece inalcanzable, pero no lo es, para llegar a ella solo debes ser libre, ese es el condicionante, así que me permití ponerle hasta un nombre: Libertad... y entonces descubrí que el otro pájaro que volaba por debajo graznando de frustración era en realidad un “gavioto”, transfigurado en animal totémico, era yo cargado de conchas y caracolas...y repensé.... de cuantas y cuantas conchas y caracolas debe de deshacerse un hombre para simplemente volar a tu altura Libertad...

2 comentarios:

  1. De todas menos de una; aquella, nos permite escoger si quedarnos las caracolas o dejarlas libres ...

    Un beso ;)

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  2. Admiro profundamente a quienes saben expresar sentimientos, bellos, tristes, alegres, desesperados.......según el momento que viva su corazón. Expresas grandes cosas en pocas palabras.Desde ahora tienes una admiradora.

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